Para el último día habíamos reservado especialmente cosa que no requerían mucho tiempo, o al aire libre. En este caso los Jardines de Luxemburgo fueron los primeros del día, pero antes, un pedazo desayuno en la boulangerie Blé d'Or que estaba en la esquina del hotel casi, a la cual habíamos intentado ir varias veces pero nos había sido imposible.
De ahí fuimos directos a los jardines de Luxemburgo que siempre están abiertos, después de cruzarnos con unos 10 millones de niños que salían del propio parque.
Al final nos dimos la vuelta y nos fuimos del parque por la salida que está justo detrás de nosotros a la derecha, dirección al barrio de Saint Germain.
El barrio está bastante chulo y es bastante caro también. Solo se veían galerías de arte y más aún cuanto más te acercabas al río. Y es que nuestra idea era la de visitar el puente famoso "Ponts des Arts". ¿Por qué? pues porque es el famoso puente de los candados, donde los enamorados van a mostrar su amor con un candado anclado a la valla del puente.
Como en los días anteriores básicamente no nos habían revisado los pases de museo, ni las fechas ni historias, yo ya me encargué de poner la fecha en el ticket (06/12/2016) pero con el seis poco marcado por si acaso llegaba el momento de usarlo un tercer día, jajaja (qué gitanada) pero es que son caros de narices, como para comprar otra entrada al museo, no me fastidies.
Nos llenamos de valor, y como hacía un frío de narices y no teníamos ganas de dar vueltas por la ciudad, pensamos que tal vez entrando al museo podríamos estar calientes y dar un paseo por dentro.
Ahí es donde nos la jugábamos. Primero decidimos dejar las cazadoras en las taquillas, las cuales también eran gratuitas y muy chulas. Eran cajas transparentes con códigos de seguridad que tú ponías al dejar las cosas dentro.
Lo dejamos, salímos y fuimos directos a información a preguntar por la zona de Egipto. Según nos lo dijeron, giramos y directos a por las escaleras mecánicas. Sacamos los pases con decisión, nos los miraros y para adentro, ole ole...
La zona de Egipto era enorme como era de esperar y es que tenía un ala del museo completa, de una planta a otra.
Al llegar a la Mona Lisa, no esperaba otra cosa que decenas de personas haciéndose fotos sin sentido delante de ella. Me aseguraron que el cuadro estaba alejado y protegido por varios cristales, y no mentían.
Sin más que un par de fotos, nos fuimos de esta zona y como se hacía tarde y teníamos un sitio en mente para comer, nos salimos del museo, pero esta vez no por las escaleras de la entrada, sino por un pasillo perfectamente preparado al otro extremo del palacio (porque hay que recordar que el Louvre está construido sobre lo que era un palacio real), repleto de tiendas, cafeterías, restaurantes....
Vamos que era un centro comercial anexado al museo y que encima tenía salida directa al metro, es decir, podíamos llegar desde ahí al restaurante casi sin pisar la calle.
Nos metimos en el metro de Louvre línea 7 rosa y nos bajamos en Pont Marie, ya que era la parada más cercana a la isla de Saint Louis, que era donde esta el sitio donde íbamos a comer, llamado Saint Regis.
Era uno de esos restaurantes que encontramos en Instagram y que tenía muy buena pinta. Al entrar, ya íbamos viendo algunos platos que estaban genial, pero eso si, el sitio estaba petadísimo y tuvimos que esperar junto a la barra. Nos salvó la vida el hecho de que al ser sólo 2, era más fácil que nos dieran mesa antes que los otros 6 que esperaban junto a nosotros.
Y así fue, a los 5 minutos se levantaron dos y ahí nos metimos nosotros. Yo me pedí una hamburguesa y Rhea una sopa de cebolla y queso (envidiosa por la que cené yo el primer día :P ), pero antes de eso, cayó un plato de queso con tomate para quitar el hambre.
El pan incluso era una pasada, yo no podía dejar de comer pan sin nada más, era impresionante. El sitio era de 10 aunque un pelín caro. Al final del todo, salimos a unos 25€ por persona, pero mereció la pena.
Con una panzada sin sentido, salimos del restaurante mientras quedaba algo de sol y dimos una vuelta por el puente que unía la isla de Saint Louis con la de Notre-Dame, pero se hacía de noche y el frió no daba tregua, así que pensamos que lo mejor era volver al Louvre sabiendo que tenía entrada por el metro directo, y pasar allí la tarde comprando algún regalo y tal vez tomando un café.
Aproximadamente a las 5pm, decidimos que era la hora de volver al hotel a por las maletas que dejamos en la consigna, porque habíamos calculado más o menos, que saliendo a las 6pm del hotel, podríamos llegar al aeropuerto con tiempo de sobra para facturar y viajar sin prisas. Nos costó llegar porque algo pasaba en el metro, ya que nadie subía a los trenes y nos acojonamos un pelín, pero bueno, se solucionó y llegamos al hotel.
Sin esperar más, volvimos al metro de Oberkampf y de ahí directos a la estación Gare du Nord. Nos tocó esperar en Oberkampf, porque el primer metro que pasó, no solo no bajo nadie, sino que era imposible que subiera gente, porque iba hasta la bandera de peña. Tuvimos que esperar al siguiente, que llegaría en unos 2 minutos. Eso era lo bueno del metro en París, la afluencia.
Al llegar a Gare du Nord con las maletas, aquello parecía la guerra. En plena hora punta, nosotros dos intentando hacernos un hueco entre toda la gente y cuando bajamos al andén, sorpresón!!! había más gente que plenas Ramblas de Catalunya. Había tanta gente acumulada en el andén, que había como 6 filas de gente. Nosotros nos hicimos los longuis, e intentamos esquivar a la gente y ponernos más cerca de la puerta.
No sé cómo, pero conseguimos que en el primer tren que pasó a los 5 minutos, nos dejaran un mínimo hueco para nosotros y las maletas. Hasta el techo de gente iba el tren al aeropuerto. Debe ser una línea principal, pero bueno, por lo menos, ya habíamos metido el cuerpo dentro y era cuestión de tiempo llegar a Charles du Gaulle.
Tras aproximadamente 1 hora de trayecto, llegamos al aeropuerto, nos bajamos, subimos los escaleras que bajamos el primer día y nos fuimos a facturar directamente.
Una vez en la zona de AirFrance, nos dijeron que teníamos que sacar en las máquinas, las pegatinas de las maletas nosotros mismos. Así lo hicimos con la grande de Rhea, y la mía la intentamos facturar (a coste cero) en el mostrador donde estaba la única chica atendiendo. Fue muy maja la verdad, porque nos lo hizo con una sonrisa y sin darnos problemas.
De esta manera, fuimos a pasar el arco de seguridad sin maletas, sin prisas, sin nada, qué relax!!! Lo mejor de todo, es que se nos había pasado hacer el check-in online hasta el último día, y tal vez por eso, nos acabaron dando la salida de emergencia a los dos, cojonudo para mis piernas!!! Por todo eso, cuando la gente empezó a embarcar, nosotros nos quedamos tranquílamente sentados en nuestras butacas jugando con mi móvil hasta todo el mundo entrase.
Nos dieron un bocata, bebida y encima salida de emergencia, qué mas se podía pedir. Encima al llegar a Barcelona sobre las 23, la temperatura era una pasada, nada comparado con París. Al bajar en Plaza Catalunya, yo me fuí en el último tren a casa y Rhea en taxi a la suya, ya que yo al día siguiente curraba pero ella tenía home-office.
Así empezó y así acabó nuestro viaje por tierras francesas. Mi primera visita a la capital del país por ocio y no creo que sea la última, de una de las grandes que me quedaba por visitar de Europa.
Au revoir Paris !!
Viaje perfecto y los que quedan por delante....
ReplyDeleteEso si, lo mejor la compañía :)!