Monday, April 24, 2017

Lunes 24 - Ubud y jungla

Este día empezó mucho más pronto de lo que nos hubiéramos imaginado.

A las 6am recibimos una llamada (bastante irritante el sonido por cierto) a la habitación desde la recepción, para preguntarnos si confirmábamos el viaje a Ubud. Tocate los c*j*n*s!!! Le decimos que si y colgamos, pensando que ya habría quedado ahí.

A las 6.30am vuelve a sonar el maldito teléfono desde recepción otra vez, pero ahora era para decirnos que teníamos que ir a decirles los nombres de los que íbamos al viaje. Yo me tuve que vestir e ir rápidamente a recepción para escribir en una hoja los nombres de los 5 (Rhea, Rubén, Joana, Javi y yo), porque a Mol y a Piwi no les molaba la idea. Aparte que Mol, había reservado o pagado ya parte de un viaje para ir a hacer snorkel a Nusa Lembongan.

Regreso a la habitación y ya prácticamente era la hora de levantarse, pero a las 7.15am vuelve a sonar el teléfono de los hu*vos. Ahora para que fuéramos a pagar el viaje, o como el de recepción nos dijo, una "fianza". El viaje era de 700K IDR y la fianza que nos pedían era de..... 700K IDR, así de fácil, jajaja.

Mientras los demás desayunaban, yo recolecté el dinero de todos y me fui a recepción dárselo para que dejase de tocarme las narices y me dejase desayunar un poco.


A las 8.06am salimos del hotel dirección a Ubud. El viaje era de una hora y media y lo clavamos porque a las 9.30 estábamos llegando al Monkey Forest, que era la primera parada del recorrido del día.

Desde fuera parecía un parque sin más, y el parking estaba un poco hecho polvo. Nos acercamos al baño previa entrada y a continuación nos fuimos a la taquilla a por las entradas. No contaba mucho tampoco, no recuerdo cuánto, pero fue muy asequible, y viendo el sitio, merecía la pena pagar para que mantuvieran eso vivo y limpio.

Justo nada más entrar, encontramos este puestecito de plátanos (tapados claro) que vendían unas señoras para dar de comer a los monos.

Rhea quiso comprar uno, y no lo había cogido con la mano que el mono ya estaba detrás de ella esperando a que se lo diera.

En cuanto se lo dieron a Rhea, el mono saltó a la espalda y de ahí al cuello, como se aprecia en la imagen.

El bosque la verdad que era una pasada y estaba repleto de monos, pero a docenas por todas partes. Grandes, medianos y pequeños. Algunos acojonaban porque te sacaban los dientes como si te fueran a hacer algo, aunque parece ser que no, porque los cuidadores de allí se pasaban el rato haciéndolos rabiar un poco, como jugando con ellos, y nunca pasó nada.

De vez en cuando se subían a alguna mujer y les tiraba del pelo, pero nada más. A mí se me subió porque le puse la mano a Rhea al lado de la suya y por defecto saltó de una a otra y siguió tan tanquilo comiendo plátano, jeje,

Seguían avanzando, y si te arrimabas mucho a las barandillas se tiraban encima, como le pasaba a Javi.
Seguimos por el recorrido natural del parque y la verdad que parecía un bosque de verdad, mientras los monos trepaban y se peleaban a nuestro alrededor, era realmente como estar metido en una jungla. Unos hacían fotos y video mientras otros incluso se metían allí a hacerse las fotos de la boda, increíble.
No hay mucho más que decir, simplemente que hay que ir a verlo para realmente vivirlo como si fueras un aventurero en medio de la jungla rodeado de monos. Solo me viene a la mente una curiosidad de una señal que vimos al principio del parque, excepto Javi claro. La señal decía cláramente "no mirar a los monos a los ojos" porque se vuelven agresivos, y diez pasos más adelante de la señal, Javi se pone a hacerle fotos a los monos a 1 cm de distancia, y con flash!!!! es que manda huevos con este pavo.... luego al final del recorrido nos dice - "anda, si pone que no les miremos a los ojos".

Tras más o menos 1 hora allí metidos, salimos del parque y nos dirigimos al parking donde nos estaba esperando nuestro conductor. Puso el aire acondicionado y nos fuimos directos a los arrozales sobre las 10.30am, eso si, mientras atravesábamos todo el pueblo de Ubud. La verdad que esa zona era muchísimo más llamativa que la de Kuta. Todo más verde, menos turístico, los hoteles tenían mucha mejor pinta. No había playa, eso es cierto, pero quién necesita una playa llena de mierda, cuando cogiendo un taxi desde ahí te ponias en 20 minutos en una mejor.

Tras una media hora de furgoneta por carreteras enanas de dos carriles, empezamos a ver ya arrozales a ambos lados de la carretera, pero nos estaba llevando a los más famosos, los de Jalan Raya Sayan. Cuando estábamos casi encima, ya se empezaba a ver la afluencia de gente por esa zona, y el conductor nos dejó en la misma entrada, pero no por la que iba todo el mundo, una anterior, mientras él se iba a aparcar.

Comenzamos a bajar unas escaleras de cemento para adentrarnos en los arrozales, y a esto tengo que hacer un inciso y decir que, tanto Ruben como Javi y Joana, iban con chancletas de piscina, en lugar de ir con unas buenas, sobre todo Rubén que tenía unas buenas de tobillo.

Esto era lo que se veía desde la misma entrada, donde un hombre nos paró y nos dijo que al estar entrando en arrozales privados donde la gente estaba trabajando, que seguramente alguien nos pediría algo de dinero para poder continuar, que le diésemos algo de dinero, pero en pequeñas cantidades y ya valía.

Seguimos bajando y bajando hasta dar con una especie de falo de madera huevo que subía y bajaba como efecto del impacto del agua sobre él. Era una especie de muelle hecho a mano por ellos.

Al principio nos pareció raro porque tenía forma de pene, pero luego nos enteramos que se movía de arriba a abajo para espantar a los pájaros y evitar que se comieran el arroz plantado. Seguimos caminando, pero ahora escalera arriba, y de repente nos encontramos en el medio de la nada, un hombre con una especie de bar casero, es decir, había montado un paso a nivel con barrera (manual y para viandantes), delante de la cual tenías que pagar algo para pasar, y justo después, otro hombre detrás de una mesa de madera, te ofrecía bebidas que guardaba en una nevera portátil con hielo.

Ahí decidimos quedarnos sentados un poco, porque pese a llevar poco rato ahí metidos, el calor era asfixiante, y estábamos sudando como pollos. Las vistas también ayudaban a relajarse y contemplar un poco a nuestro alrededor.

En esta misma zona, nos encontramos con una pareja mayor de británicos, que nos pidieron una foto y nos explicaron un poco su viaje para visitar a una hija que estaba por ahí. Muy majetes la verdad.

Aparte, en el lado izquierda había otra especie de mirador con algún apero de labranza y las típicas cestas atravesadas por un palo para llevar al cuello, en las que se lleva la paja cortada. Nos hicimos varias fotos y seguimos adelante tras unos 15 minutos de relax.

El camino volvía a bajar por pendientes no muy fáciles de librar, y en algunas tropezamos de mala manera. Llegamos a un punto plano justo detrás de la imagen y a la derecha, donde se encontraba un pequeño puente de bambú que daba paso por encima de una canal de agua. Yo me quedé mirando y justamente en ese preciso momento, pasaba sobre la superficie, una rata muerta ahogada, jajajaja...qué sitios más raros!!! Aquí mismo nos cruzamos con otro hombre muy mayor que seguía trabajando allí, era impresionante verle cargar por todo eso a su edad y bajo ese calor incesante.

Al igual que con el Monkey Forest, solo puedo decir que lo mejor es venir a verlo, porque es impresionante. Sobre todo la gente que vivía allí o que tenía un pequeño puesto de comida y bebida en medio del arrozal. Y justo hablando de eso, nos encontramos con una pareja que tenía un kiosko (a su manera) y donde el hombre incluso hablaba español, autodidacta totalmente, de tanto turista que había pasado por allí, nos dijo él.

Tras este encuentro, nos giramos para volver ya a la salida, pero no por el mismo recorrido, lo hicimos un poco dificil y así pasó, jaja, nada más meternos por una especio de montículo de arena y hierba, Joana se tropezó con las chanclas y al suelo. Casi rompió la chancla, pero lo peor fue el golpe que se dió.

Seguimos bajando y atravesamos un par de casas particulares y bares que vendían bebidas frias según pasabas, y aquí llegó la peor parte de todo el arrozal. Era un parte muy húmeda y embarrada por el paso de la gente y el agua que había por la zona. Lo primero que nos impactó fue ver a una niña muy pequeña llorando sentada al inicio de los escalones. Joana empezó a preguntarle si le pasaba algo, o si alguien la conocía, que dónde estaban sus papas (en inglés claro) y la niña que no levantaba la cabeza. Al poco se acercó otro niño de su edad mas o menos, y en ese mismo instante, la niña saca de la mano unas postales y empieza a pedir dinero por ellas. Flipante, utilizar a una niña (de apenas 3 años serían), para engañar a la gente y darles pena para que compren postales.

Corramos un "estúpido" velo y vayamos a la parte graciosa. Como se aprecia en la imagen, Rubén se está partiendo el ojal y eso que tiene el pie completamente lleno de barro. Llegué tarde a grabarlo, porque Joana y Javi ya están fuera del plano, pero fue una risa total. Joana se tropezó justo detrás de donde se ve a Rubén, y metió el pie entero en el barro, casi hasta el tobillo. Era un agua pantanosa y ella era incapaz de sacar el pie, con lo que empezó a reirse, jojojo. La niña de antes de los lloros, fue la que le sacó la chancla del barro y se la dió, pero el pie era otra cosa.

Le pidió ayuda a Javi, y este en su afan de ayudarla también se cayó al barro, manchándose de mierda hasta las orejas básicamente. Lo mejor llegó cuando Rubén se empezó a reír de ellos tanto que se despistó y acabó metiendo la zarpa en el mismo hoyo, jajajaj.

Rhea y yo nos libramos, aunque ella sobre todo porque se iba apoyando en mi, que iba con chanclas de tobillo, las buenas vamos. A medida que íbamos avanzando hacia la salida, Javi iba metiendo el pie en cada charco que se encontraba, por muy sucio que estuviera, le parecía que su pie estaba peor, o no lo entendí yo mucho, el caso es que decía que olía fatal ese barro, jajaja.
De ahí al final, lo único que me sorprendió, fue ver a un grupito de chavales jugando con un dron por encima de los arrozales. No se les veía muy finos con él, pero bueno, como allí no parecía haber leyes al respecto, pues seguro sacaron imagenes muy chulas. Al subir las escaleras de la salida, nuestro conductor nos vió enseguida y se fue a buscar su fuegoneta para volver a movernos.

Eran las 12.30, casi la hora de comer y la siguiente decisión era si ir a ver las cataras y luego comer en Ubud, o ir a Ubud un rato y luego a las cataratas. Para no dar mucha vuelta, la decisión fue ir a ver las cataratas primero y de ahí a comer, pero no en Ubud, sino de camino a Kuta.

Tardamos una media hora en llegar a las cataratas, y es que estaban bien escondidas, aunque había gente de narices. Por supuesto, el conductor nos dejó en el aparcamiento mientras él nos esperaba tranquilamente a la sombra, rodeado de otros tantos conductores haciendo lo mismo. Había que pagar justo a la entrada de una calle, que te llevaba directo a las cataratas. No recuerdo cuanto fue, pero algo simbólico, unos 10K aprox.
Esta era la vista desde el restaurante que había a pie de colina. Unas vistas impresionantes sin duda.

Para acceder a la base, tuvimos que bajar unos cuantos escalones mientras veíamos gente subir sudando y con la lengua fuera. Sabíamos que era lo que nos esperaba la regresar, jeje.

La verdad que fuimos tontos porque no se nos ocurrió llevar ropa de baño, solo Joana y Javi lo tenían, y como tal, se pegaron un chapuzón guapo.

Los demás nos dedicamos a hacer fotos alrededor, a meter los pies un poco en agua y a ver las diferentes cascadas que salían entre las rocas. Yo incluso intenté subir por la derecha de la cascada grande que se ve en la foto, ya que había escaleras para ello, pero cuando me acerqué a las mismas, vi que había otro puesto para pagar una entrada. Si, otra vez 10K IDR, esto era una sangría de dinero. Por supuesto pasé de subir, primero porque me jodía pagar otra vez cuando acababa de pagar una entrada a la catarata, y porque además el dinero lo tenía Rhea y ella no estaba conmigo.
También se podían ver cosas tan curiosas como estas, que no decían nada bueno de los hombres pese a referirse a las mujeres.

Después de un rato disfrutando del agua, decidimos volver con la consecuente sudada y paliza subiendo.

La idea ahora era la de volver por el camino de Kuta y parar en algún restaurante, pese a que el de arriba en la colina, no tenía mala pinta y los precios estaban genial. Pensamos que igual si nos alejábamos de ahí, encontraríamos algo mejor.
Para nosotros era una tarea algo complicada, así que le pedimos al conductor que nos dejase en algún restaurante de la zona que él supiera, y nos subimos a la furgoneta para coger algo de aire acondicionado. Este conductor parecía que sabía bastante y nos fue a dejar en el típico restaurante al que van todos los extranjeros, solo que en este caso, no es como en España que te dejan en cualquier gasolinera, el sitio estaba de lujo.

Estábamos rodeados de arrozales o campos de labranza, en una restaurante de tipo balinés puro y con una brisa que nos dejó locos. La comida estaba muy buena como en casi todas partes y el precio muy parecido al del otro restaurante junto a las cataratas. Fue un acierto y se llamaba Dewa Malen.

Tras un buen descanso de más de una hora, pasos por el baño y demás tareas, nos pusimos en rumbo al hotel, y pese a que fue un viaje largo y algo nos quedamos dormidos, sobre las 6pm ya estábamos en la piscina pegándonos un baño. El conductor incluso pilló la autopista para ir más rápido sin pedirnos el peaje, algo increíble.

Cuando llegamos a la piscina, Mol y Piwi estaban sentándose a comer algo, y es que no habían comido apenas nada en todo el día, era como su almuerzo casi. Tras un rato en la piscina, estos dos bajaron a darse un baño pero los demás, casi arrugados por el agua, nos fuimos a dormir un poco la siesta, porque teníamos en mente salir a cenar algo más tarde fuera del hotel.

A las 8pm decidimos ponernos en marcha, y la idea es cenar en el centro comercial al lado del hotel, el Lippo Mall. Allí tenían una especie de food court y sin pensarlo dos veces, empezamos a pedir comida para todos. Nos sentamos y la verdad que no tardaron mucho en servirlo (también estábamos solos, jaja) pero las cantidades es verdad también que eran muy escasas. Yo me acabé pillando un helado y alguien más incluso un segundo plato de comida. Aprovechamos para sacar dinero de un cajero, y sin más ganas de hacer nada, pusimos rumbo al hotel unos, y a hacerse un masaje otros.


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